Descripción |
Figura completa de cierva orientada hacia la derecha, en actitud de reposo. Se trata de una de las representaciones más importantes y singulares del gran techo de la sala de policromos de Altamira, tanto por su tamaño, como por su complejidad y perfección técnica y formal. En su elaboración se emplean todas las técnicas artísticas presentes en Altamira, tanto en lo referido al grabado, como a la pintura. El bosquejo de la figura, que incluyen la práctica totalidad de los detalles anatómicos se ejecuta mediante el grabado a buril, simple y múltiple, y el raspado de la pared para iluminar determinadas zonas y despieces del animal, a los que se añade pintura en trazo lineal negro con lápices de carbón vegetal para definir el contorno del cuerpo y reseñar la oreja trasera y el ojo. Su interior se rellena con tintas planas de ocre rojo anaranjado, aplicadas con las manos en diversas proporciones que permiten modelar, a medida que se extiende el color, distintas zonas de la anatomía y del pelaje, reseñándose con gran perfección la capa más oscura del lomo, frente al pelaje más claro del vientre. Es una figura de muy bella factura, de proporciones exquisitas, perspectiva correcta y que denota un formidable conocimiento, tanto de la naturaleza del animal, como de los recursos plásticos adaptados a un soporte de complejo acceso como es un techo. Además, la figura estaría representada prácticamente a escala natural, lo cual añade complejidad a su ejecución material. Se trata, por tanto, de un obra de referenca del Paleolítico superior, más en concreto del período Magdaleniense, cuando el naturalismo expresivo y el dominio y uso intercalado de las diversas técnicas plásticas alcanza sus mayores metas.
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